miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Quién Perdió la Razón?

"El hecho de percibir- y de aceptar dentro de sí-

ideas eternas que sirvieran al hombre como metas

era llamado, desde hacía mucho tiempo, razón”

-Max Horkheimer, Crítica de la Razón Instrumental

Hasta hace no mucho tiempo la humanidad caminaba imperturbable detrás del estandarte glorioso de la razón. A diferencia de las figuras mesiánicas que prometen un paraíso metafísico, la razón auguraba un Nirvana terrenal; un mundo paradisiaco que no dependía de dioses hechos hombre sino cuyo desentrañamiento y construcción era viable a través de los medios humanos. Como afirma Horkheimer en su Crítica de la Razón Instrumental “los sistemas filosóficos de la razón objetiva implicaban la convicción de que es posible descubrir una estructura del ser fundamental o universal y deducir de ella una concepción del designio humano”. El hombre se convenció de que el conocimiento último de las cosas era posible y que la tan anhelada explicación de los motivos existenciales era alcanzable, ya no a través de las dogmáticas explicaciones mitológicas sino de manera lógica. Los argumentos de la razón aparentaban ser irrefutables, su lógica se presentaba como el instrumento que permitiría al hombre develar los misterios del ser y del universo. ¿Qué sucedió entonces? ¿Por qué la humanidad se encuentra varada en los obscuros pantanos de un pesimismo que parece incurable? ¿Por qué el nihilismo parece ser la respuesta para todo y al mismo tiempo la respuesta de nada?

Desde que la duda de Descartes tocó a la puerta de la razón, aletargada por la teología medieval, su despertar fue cada vez mayor hasta culminar en la danza majestuosa de la edad de las luces: la diosa razón había nacido. La mitología había sido rebasada, finalmente el hombre viviría bajo las reglas del hombre. La sombra de la divinidad imposibilitaba la visión del naciente sol racional y por ello la idea de Dios fue suprimida. A la luz de la nueva corriente ideológica la simple idea de una inteligencia suprema que estructuró el universo se presenta como risible, todo aquello que no pueda ser explicado por la razón no es más que la especulación ociosa de la imaginación. La razón le brindaba al hombre la autonomía que siempre había deseado. Rompía las cadenas de la superstición, de la creencia en lo supra sensible, de las reglas impuestas por un ser que vigilaba a la creación desde su trono. La idea del paraíso no es más que el anhelo de la comprensión, el deseo de desentrañar el sentido último de la vida y la razón ofrecía la oportunidad de conocerlo en vida. El paraíso parecía estar ya muy cerca de la tierra.

Reitero la pregunta ¿Qué sucedió entonces? ¿Por qué la humanidad se hundió en un profundo desencanto? Por soberbia. El error fue embelesarse con los cánticos de sirena que la razón susurró al oído de la humanidad, dejarse embriagar por el vino que la soberbia nos ofreció, un vino que ofuscó al hombre y le hizo creerse capaz de conocerlo todo. El hombre confió ciegamente en la razón, no se detuvo a analizar que su ceguera había sido provocado por el brillo de lo apenas descubierto, la misma razón. No reparó en analizar todas las posibilidades de la razón y mucho menos en analizar sus limitaciones. La modernidad murió cuando la razón se comprobó insuficiente ¿A qué fundamentos asirse? La religión había sido relegada al mundo de los mitos y la razón, que guiaba desde la proa la empresa humana, ahora estaba desubicada y su resplandor no era tan intenso como antes. El hombre quedó naufrago en un mundo de posibilidades igualmente validas, igualmente verdaderas, igualmente cuestionables, igualmente falsas; quedó sumergido en la tormenta de la posmodernidad.
 

La posmodernidad encarna un desencanto. La razón no pudo construir un mundo basado en el orden y el progreso, pero sí pudo diseñar bombas atómicas y estructurar instituciones dedicadas al genocidio. El proyecto de la modernidad fracasó y en esto último me atrevo a expresarme categóricamente. El proyecto absoluto de la racionalidad, más allá de su propósito técnico consistente en lograr el dominio absoluto de la naturaleza para asegurar la prevalencia humana, era primordialmente buscar la explicación absoluta del universo. La razón nos decía que el sentido último de la vida se encontraba a unas cuantas inferencias y deducciones. El hombre se topó bruscamente con el hecho de su incapacidad de conocer con exactitud. La razón y sus métodos infalibles ya no lo eran tanto. La razón prometió liberar al hombre del mito, pero terminó convirtiéndose en él.

El nihilismo, la trascendencia del relativismo físico al ámbito cultural, es un sentimiento que se ha generalizado en la conciencia popular; la idea que de la vida carece de propósito, de la ausencia de valores supremos, de la imposibilidad de conocer la verdad; ésta postura y sus implicaciones no son más que los estragos que ocasionó el fracaso de la razón. El relativismo como doctrina establece que ninguna creencia, juicio o suposición tiene la posibilidad de prevalecer sobre otra; niega el criterio de la verdad, descarta la noción de verdad objetiva que parecía tan cercana en la modernidad. El nihilismo inunda el mundo actual, nada vale más allá de lo que pueda valer para mí, todo vale lo mismo y por lo tanto todo vale nada. No dudo que haya hombres que estén conformes con el hecho de aceptar al relativismo cultural como un dogma, seguros de que no existe nada seguro y por lo tanto desprovistos de un propósito; se encuentran varados en un mundo que se han convencido que no se puede conocer. Se engañan y están conscientes de su engaño, es más lo aceptan sin remedio pues parece no haber otra opción. Desafortunadamente hasta ahora el mundo no ha sido capaz de ofrecer una explicación convincente del sentido de la existencia y el hecho de saberse resultado de la casualidad no es, desde mi perspectiva, muy inspirador. El relativismo no es más que un eufemismo para disfrazar nuestra aceptada incapacidad para conocer de verdad. ¿Pero cómo puede el hombre afianzar su vida en un mundo donde todo se acepta como relativo? ¿Cómo construir firmemente en tierra arenosa? El hombre actual se encuentra en un estado de incertidumbre, de desencanto, un estado que al menos yo espero transitorio. Nietzsche, precisamente uno de los padres del nihilismo, afirmaba que todo el que se prepara para un gran salto primero debe retroceder; cito al iconoclasta por excelencia para afirmar que la humanidad solo está desconcertada pero preparándose para dar el salto que le permita escapar de la sumersión en un pantano de confusión.




No hay comentarios:

Publicar un comentario